Originaria “del lugar donde se siembran las flores, Xochimilco” un lugar donde el tiempo se ha detenido; mi hogar es reconocido como Patrimonio Cultural de la Humanidad por nuestra peculiar zona lacustre, somos vestigios vivos de la época prehispánica; poseemos títulos y grandes premios por nuestras festividades, gastronomía y lugares turísticos. México ha sido cuna de grandes artistas, científicos y deportistas que nos han dado reconocimiento internacional.
Soy mexicana, en mi rostro puedes ver rasgos indígenas, que evidencian el sincretismo cultural del que formo parte y si miras con más atención; en mis ojos puedes observar a las miles de mujeres que hoy represento: Mujeres artesanas, campesinas, ganaderas, obreras, cocineras, profesionistas, deportistas, científicas, artistas, luchadoras sociales y la lista es interminable porque bien lo dijo Rigoberta Menchú: “una mujer con imaginación, es una mujer no solo capaz de proyectar la vida de una familia, de una sociedad sino también el futuro de todo un milenio” ; verdaderos personajes que hacemos historia día con día y año tras año.
Decir “soy mexicana” me hace vivir con intensidad cada día porque en mi país no sabes si ese será el último también. México atraviesa una terrible crisis de valores, vivimos en escases de empatía, compasión, respeto, educación, humanidad, libertad y justicia.
Lamentablemente también poseemos los primero lugares en violencia, feminicidios y desapariciones, ser víctima directa, indirecta o sobreviviente es la suerte que todas podemos correr.
Esta crisis me ha llevado a caminar de la mano de mujeres valientes, que trabajan incansables desde donde sea que estén paradas, que utilizan cada uno de los escenarios, plataformas y medios para exigir el pleno uso de nuestros derechos fundamentales, como la vida, por ejemplo.
Me gusta pensar que después del caos llega la calma, que soy parte de la revolución que traerá paz y tranquilidad para las niñas y mujeres que viene tras de mí; que si hoy, estoy aquí, escribiendo estás líneas, estudiando, trabajando, emprendiendo, saliendo a la calle a gritar, usando un micrófono, decidiendo sobre ejercer o no mi maternidad, es gracias a esas mujeres que también vivieron el caos.
Mujeres que hicieron revolución para la evolución abriendo puertas, rompiendo ventanas, construyendo puentes, creando comunidad y caminando de la mano. Porque solo entre nosotras entendemos el temor de caminar solas por la noche, el terror de ver la calle vacía, la incomodidad del acoso, el repudio de una mirada que te arrebata la seguridad, la taquicardia al sentir que alguien te sigue, el quedar muerta en vida al no ver nunca más a una hija, madre, hermana, amiga, vecina o conocida.
Soy mexicana y sueño con algún día poder vivir sin miedo, sueño con que las mujeres vivamos libres de violencia, que todas y cada una de mis hermanas tengan las herramientas emocionales, psicologías, educativas y económicas para poder vivir en plenitud, la valentía para ser protagonistas y escritoras de nuestras propias historias, el coraje para alzar la voz y poner límites, que las generaciones venideras sean más sensibles y empáticas, que mirar con perspectiva de género sea cualidad esencial de todos los seres humanos, que ya no tengamos que gritar, romper y quemar para que nos escuchen y baste con tocar una puerta para poder dialogar , con eso sueño .
Todas las mujeres somos agentes de cambio y estamos escribiendo a diario la historia, quien hace algún descubrimiento científico o apoya un movimiento social, quien denuncia a su agresor o aquella que decide hacer público su testimonio de abuso, mi abuela, mi madre, mis amigas; mujeres con todo tipo de profesiones u oficios librando batallas internas y externas con tal de salir adelante. Sueño con que todas y cada una nos sepamos valiosas, importantes y únicas, que a diario tengamos el deseo de reconocernos y empatizar con la mujer que camina a mi lado, de frente o atrás, que estemos abiertas a la posibilidad de sabernos aliadas e ir tejiendo redes de soporte para poder prevenir caer en círculos violentos o salir de ellos.
Soy mexicana y como escribió Gutiérrez Nájera en “Para entonces”:
Quiero morir cuando decline el día,
en alta mar y con la cara al cielo;
donde parezca sueño la agonía,
y el alma, un ave que remonta el vuelo.
No escuchar en los últimos instantes,
ya con el cielo y con el mar a solas,
más voces ni plegarias sollozantes
que el majestuoso tumbo de las olas.
Morir cuando la luz, triste, retira
sus áureas redes de la onda verde,
y ser como ese sol que lento expira:
algo muy luminoso que se pierde.
Morir, y joven: antes que destruya
el tiempo aleve la gentil corona;
cuando la vida dice aún: «soy tuya»,
aunque sepamos bien que nos traiciona”.
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