Hoy en día es raro no escuchar alguna noticia sobre los efectos del cambio climático.
Temporales, sequías, olas de calor. Según los expertos, de seguir, así las cosas, en sólo 30 años el 22% de las ciudades experimentarán situaciones climáticas que en la actualidad no se producen.
Según un informe del Instituto Federal suizo de Tecnología de Zúrich en 2050 los veranos serán 3,5 oC más cálidos y los inviernos serán en torno a 4,7 oC más calurosos. Las consecuencias son inimaginables para la mayoría de las personas y aunque parezca increíble, todavía existe quien dice que el cambio climático es un invento de no sé sabe muy bien quien.
La realidad es atronadora. Son cientos los informes y estudios que alertan sobre lo que se nos viene encima si seguimos haciendo caso omiso y si seguimos por la misma senda.
Lo cierto es que se hace necesario un cambio en la forma de pensar, de consumir, de entender nuestra relación con la naturaleza. Quizás el problema sea que el modelo ha sido definido desde el antropocentrismo que marca el patriarcado.
Puede sonar raro, pero la realidad es que ni la biosfera ni la naturaleza se han librado de esa visión depredadora que concibe todo como un producto, todo al servicio de un fin económico.
No se han librado de la imposición del “hombre blanco” demasiado acostumbrado a mandar, demasiado acostumbrado a que no hay más visión que la suya, más opciones que la suyas.
Demasiado acostumbrado a pasar por encima de todas y de todo.
Si nos paramos un segundo a pensar quienes sufrirán con mayor intensidad las consecuencias de este capitalismo feroz la respuesta es bastante previsible.
Una vez más las personas en situación de mayor vulnerabilidad y las mujeres.
Lo sorprendente es que siendo esto así la voz de las mujeres sigue siendo invisible, su voz y su lucha.
En el año 2018 el Consejo de Naciones Unidas reconocía en una resolución la importancia de la igualdad de género, el empoderamiento de las mujeres y el papel que estas desempeñan como administradoras de los recursos naturales y agentes de cambio en la protección del medio ambiente.
Sin embargo, en el año 2024 no hay más que echar un vistazo a jornadas y conferencias para darse cuenta de que todo esto es papel mojado. Lo habitual es que la presencia de las mujeres sea a todas luces insuficiente.
No hay más que ver las Cumbres del Clima y la próxima COP29 que se celebrará en Azerbaiyán.
El comité organizador estará formado por 28 hombres y ni una sola mujer.
La COP o Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático es un instrumento fundamental en la forma de afrontar la crisis climática porque en ellas se reúnen todos o la mayoría de los actores involucrados.
En las COP se negocia, se establecen metas, se discuten temas como energía, presupuesto o industria.
Se llega a acuerdos como en París, donde los estados presentaron sus compromisos de mitigación y adaptación al cambio climático.
Pues bien, en las COP la brecha de género en el liderazgo climático es más que evidente. En 29 años de existencia sólo 5 mujeres han ocupado la presidencia.
La voz de las mujeres es una vez más invisibilizada a pesar de que no somos nuevas en la defensa del medio ambiente ni en la acción climática.
Son muchas, muchísimas las mujeres que se han involucrado, desde las primeras ecofeministas que ya advirtieron sobre el sesgo de género en la degradación ambiental o las mujeres indígenas que llevan años luchando por preservar su medio natural, hasta las mujeres científicas o emprendedoras que ponen sobre la mesa su talento para afrontar un desafío que es global.
Mujeres como Wangari Muta Maathai, bióloga, ecologista y activista que recibió el premio Nobel de la Paz en el año 2004.
Fue la primera mujer africana y también fue la primera ambientalista en recoger el galardón.
En ese año, el Comité de los Nobel reconoció el trabajo desarrollado por la llamada “mujer árbol” porque “la paz en la tierra depende de nuestra capacidad de asegurar el medio ambiente, y Wangari Muta Maathai es una exponente en la lucha por lograr dicho objetivo”.
El propio término “sostenibilidad” es creado por una mujer, Gro Harlem Brutland en 1987 en su informe “Nuestro futuro común”.
Por tanto, avanzar en la igualdad de género en el clima es fundamental. En primer lugar, porque no es concebible que quienes van a sufrir con más intensidad las consecuencias del cambio climático no tengan poder de decisión. En segundo lugar, porque representamos más de la mitad de la población mundial. Representamos la mitad del talento y no tener en cuenta ese potencial tiene consecuencias en el nivel de desarrollo de nuestras sociedades y supone también pérdidas económicas.
Es el momento de la acción porque se nos acaba el tiempo.
Hay que actuar en defensa del medio ambiente y hay que hacerlo ya.
Acelerando la descarbonización, impulsando la transición energética, protegiendo los océanos y la biodiversidad.
Es el momento de poner el planeta en el centro, porque el dinero no puede ser más valioso que el Planeta.
Y es el momento de las mujeres porque sin nosotras el cambio simplemente no será posible.
Estefanía Suárez Menéndez
Consultora y activista climática.